viernes, 26 de diciembre de 2008

Tiempos Modernos












Bajo un aspecto de reflexión sobre el estilo, y no de interpretación de los factores sociales y culturales que dieron lugar a los dos movimientos más significativos de las Artes Decorativas, Art Nouveau y Art deco, propongo una visión sobre conceptos como Novedad, Innovación, Aportación, Creación, y un concepto delicado en cuanto a su definición, y a su dimensión, la Elegancia.


Ambos movimientos, que llegaron a convivir en la primera década del siglo XX, supusieron cambios significativos en el modo de entender las Artes Decorativas que posteriormente se englobaran bajo el término Diseño, referido al terreno gráfico, textil, industrial, espacial

La influencia visual que los artistas ejercen en la sociedad, fundamentalmente desde la pintura, es probablemente el eje sobre el que giran el resto de las Artes. Al menos así ha venido sucediendo hasta la presencia masiva del mundo audiovisual. Colores y motivos, formas y texturas, función y presencia, son tenidos en cuenta desde el diseño de una taza de café hasta el modo de vestir de cada época.

Sin dejar de lado los análisis, generalmente establecidos, de las motivaciones e influencias que pudieron dar lugar a estos movimientos, y dentro de ellos a sus variantes y aplicaciones, la intención en este caso es la de una reflexión sobre sus bases estéticas.

Probablemente sería más adecuada la inversión de los términos entre estos dos movimientos, ya que la novedad implícita en el Art Nouveau no fue tan “nueva” como aparentemente pueden hacernos entender las dos palabras que definen este estilo, Arte Nuevo. El significado de la palabra Nouveau, en este caso, está más sujeto a cambios sociales y culturales que a una Novedad real que es lo que supone cualquier Innovación en cuanto al concepto, estilo, materiales y propósito de cualquier movimiento artístico y por extensión a los aspectos más inmediatamente relacionados, como son la arquitectura, el diseño del espacio interior, y toda suerte de elementos funcionales y ornamentales, desde una cucharilla de café hasta los tejidos.

El impresionismo rompe con una representación figurativa, presente desde el siglo XVI, basada en la perspectiva lineal y el claroscuro, manteniendo unos estilos pictóricos estancados y sin ninguna originalidad. Se podría decir que es el movimiento artístico en la pintura coetáneo e influyente en el Art Nouveau. Pero las influencias de su estructura también se encontraban en estilos pasados, en los artistas medievales y su gusto por la naturaleza. Del mismo modo la recurrencia al estilo gótico tardío, flamígero, está presente en el Art Nouveau al menos como fuente de inspiración y búsqueda de ideas y expresión; así como el rococó del siglo XVIII. La base común de la naturaleza, las plantas y formas vegetales, las líneas onduladas y fluyentes, las olas, los cuerpos estilizados y cargados de romanticismo medieval, largos cabellos al viento… dotaron de armónicas combinaciones estéticas al Art Nouveau, sin olvidar la gran influencia japonesa presente en los grabados en madera de los artistas japoneses con escenas dotadas de flexibilidad y vitalidad, frente a la representaciones estáticas y rígidas de otros estilos, como el paisajismo francés, y el inglés con Turner a la cabeza. La aparición de la fotografía influyo igualmente en las acciones representadas.

Estos aspectos, añadidos a los precedentes iniciados con la estética del movimiento Arts and Crafts de Morris y Rus, de indudable influencia, hacen del Art Nouveau un movimiento de continuidad estética cuya Aportación se basa en la incorporación de criterios preexistentes y no en una verdadera Innovación. En arquitectura sí se produce una gran innovación, excepcional, con la visión singular de Gaudi El concepto de Elegancia queda definido en las representaciones de Monet, Degas, Renoir… y el expresivo estilo de los carteles de Toulouse-Lautrec, y las significativas aportaciones de Jules Chéret y Alphonse Mucha en el cartelismo y diseño gráfico de la época recogiendo todos los elementos señalados como propios del Art Nouveau.

Consecuentemente las realizaciones en el terreno de las Artes Decorativas incorporaron la tendencia visual de la estética resultante. Aún así, El Art Nouveau, como el Impresionismo, que tuvo una ascensión rápida e impactante; del mismo modo fue efímero en el tiempo y en las retinas de la sociedad.

El otro gran movimiento pictórico en los inicios del siglo XX es sin duda el Cubismo. La reflexión intelectual y visual del Cubismo es probablemente la mayor y más profunda llevada acabo en la historia del Arte constituyéndose sobre unas sólidas bases y un perfil propio y único. La Novedad es clara, y la Innovación es singular y sin precedentes. Braque y Picasso, fruto de un trabajo común, y en conjunto, dan forma y abren las puertas a ideas y aportaciones como el collage y el cubismo sintético de Juan Gris. De aquí en adelante, el Constructivismo ruso, el Futurismo; Malevich y Kandinsky, Leger, Boccioni, Albers…

Su influencia directa es recogida por el Art Deco, constituyendo una innovadora forma de comprender y trasladar a la arquitectura y las artes decorativas, a la edición e ilustración de libros, al vestuario, al cine, a la sociedad en general toda su carga intelectual y visual. No cabe duda de las influencias del arte africano, Egipto y la antigua Grecia en el Art Deco, pero genialmente tamizadas por una característica estética de los Tiempos Modernos que ya se perfilaban, la Originalidad.


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jueves, 25 de diciembre de 2008

Por si regresas









No me mires a los ojos,
te abatirán las huellas de tu ausencia
líquida sanción de tanto otoño
entre surcos de labrador que sueña.

Mírame la figura
todavía verde de ciprés en bienvenida
y algunas ramas del color de la avellana,
sonreirás como niña de estreno en domingo
limpia al acercarte.

No me mires las manos,
me pesan en la cuna de las páginas,
adormecidas entre hojas de plátano doradas
notarás que sólo han acariciado nostalgias
exiliadas del jardín preciso.

Mírame a contraviento el alma
todavía transparente cristal que ama
los regresos a mañanas de luna húmeda
cuando se antoja milagro el mar de espuma.

No llames, adelanta el zaguán,
me encontrarás junto a mi pluma.



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miércoles, 24 de diciembre de 2008

Sonetos al limón












Morado y verde limón

estaba el poniente, madre.
Morado y verde limón
estaba mi corazón.

Juan Ramón Jiménez

¿Cuántas estrofas como esta podemos hacer en un minuto?

Rojo y verde melón
estaba el oriente, padre.
Rojo y verde melón
estaba mi corazón.

Hay alguna diferencia de sustancial calidad sobre la anterior?
Hay alguna diferencia de sentido sobre la anterior?
Genera una nueva emoción sobre la anterior?


Es como las croquetas, más o menos gordas pero croquetas a fin de cuentas.

Pienso sobre el soneto y las rimas obligadas. El soneto tuvo su sentido culto que hoy resulta a mi entender anacrónico precisamente por la extensión de lo culto a las personas. La poética no tiene un perfil inamovible, como no lo tiene la estética que se conjugan con la marcha de las sociedades evolucionado en paralelo con las divergencias y convergencias naturales de algo en movimiento. Una exposición parlamentaria con la retórica de Castelar sería primera página en los diarios, y no aportaría nada mejor a su entendimiento que su propio contenido.

Un soneto creo que es la forma más impersonal de hacer poesía, ya que se presta al juego de los rompecabezas; esto es, sustitúyase: “clara albina” por “fresca lubina”; “mandarina” por “mandolina”; “persiana por “palangana” y así sucesivamente hasta conseguir el efecto pasmoso deseado.

Por si acaso doy con estas palabras una equívoca impresión, digo que por debajo de Quevedo nadie; o sea, que tengo claro que sé qué es un soneto en el que se dice lo que se quiere decir. Muy diferente es lo que se dice a contramano de lo que la formula obliga hasta llegar a un resultado con más o menos acierto.

Hoy la poesía no necesita del soneto, no es necesario, y por extensión ninguna pauta que restringa la frescura de la creatividad para abatir, ensalzar, emocionar, o perseguir el pensamiento.

martes, 23 de diciembre de 2008

Sin renuncia












Hoy volveremos a ser jóvenes
tendidos sobre el sol de arena
tibios los músculos, respirando
el gas más puro, desprendidos
de la gravedad los esqueletos doloridos
en formidable alivio.

Festejaré tu sonrisa como el nacimiento
de un mundo que asome luminar
sabio de causas, empírico
en el que cortejar tu figura alargada
sea sensual consuelo a las aflicciones.

Hoy volveremos a ser jóvenes
sin sentencia que lo diga, sin renuncia.

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sábado, 20 de diciembre de 2008

Ocurre la belleza








Vivo el arte muy de cerca por la pasión que me procura la belleza. Sin belleza me resulta incómodo atravesar el tiempo que nos limita en sus pautas condicionadas. Así, entiendo la belleza como una emoción más que como un aspecto que se forma mediante la materia. El proceso de la belleza inmaterial quizá pueda ser el mayor disfrute del que dispone la especie para su recreo y trascendencia simultáneos. Trascender más allá del tránsito ya no supone recreo propio, es cuestión de la generosidad del futuro, y eso no me preocupa.

No obstante, la materia forma aspectos tan bellos en su espontánea resolución de fuerzas y energías, manifestados en los espectáculos naturales, amables o terribles; que su influjo activa la consciencia creadora de modo ineludible hacia el arte en una convocatoria de potentes tensiones.

El arte, limitado a reductos críticos de axiomas indemostrables se convierte en pasión encauzada; o sea, deja de resultar pasión para tomar otras parcelas que se van conformando según la orientación oficial de las sociedades. Sólo cuando el arte nos conmueve ocurre la belleza.


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viernes, 19 de diciembre de 2008

Diario de J. Wilkins









El cuaderno con tapas de hule negro llamó mi atención. Una etiqueta ribeteada de azul mostraba un nombre escrito con tinta roja, “J. Wilkins”, debajo unas fechas “Febrero 1955 - Diciembre 2009”. Doscientas páginas en blanco y sólo unas pocas anotaciones con la misma tinta roja en letra menuda.


Martes, 24 de febrero.
He vuelto a rehacer la clasificación.

Jueves, 25 de febrero.
He estado ausente un tiempo.
Definitivamente queda así.


Sucesos:
Mágicos. Absurdos. Negligentes. Sin sentido. Inexistentes. Vulgares.

Especies:
Cerebro poderoso. Cerebro débil. Espectros. Cínicos.

Estados:
Vivos. Muertos. Ausentes. En descomposición.
En transformación.


Viernes, 1 de diciembre.
Debo rectificar la clasificación de Estados. Provisionalmente queda así:
Ausentes. En transformación.

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jueves, 18 de diciembre de 2008

Símbolos. El Jardín

No sé a qué nos llevaría una realidad carente de símbolos. Probablemente sería una realidad, la misma, más áspera por la incapacidad de corrección; más ajena por imposibilidad de intervención. Sólo pasar por la realidad sería el asunto, como figurantes que nadie retiene en el cuadro. Protagonistas predeterminados, obligados por imposición a aceptar los sucesos como hechos, sin otra capacidad que la del observador resignado al argumento que construyen “los otros”.

No poder variar, o al menos perfilar, la realidad sin el sustento simbólico parecería, a los ojos de quien sí tuviera la facultad simbólica, un encuentro de causas sin voluntad. Sólo causas, actos sin carácter que resultarían episodios de simple existencia bioquímica. Vida, pero vida primaria. El asalto al límite está en el símbolo.

Sin el símbolo no tendría motivos el “yo” ni la aspiración a “lo completo”.
¿A qué trascender, ascender, proponer? La creación – el espíritu -, la religión, el amor; serían inexistentes mecanismos inventados sólo para que los dioses jugaran a las casitas. La sexualidad, un tormento necesario. La risa reducida a mueca, a grito primitivo. El miedo, compulsión permanente. No habría nada más allá de la percepción orgánica. Frío, dolor, sed; y su manifestación extrema sería el fin, origen de otra vuelta de noria sin sustancia.

Vuelvo a no saber si el ser humano es una consecuencia simbólica de su propia capacidad para crear y gestionar símbolos. Aquí, entro por una vereda que no me complace, y que en el fondo no me importa la respuesta, si la tiene; ya que, convencido, pienso que no es otra cosa que una conjetura a la que sólo se le pueden asignar “verdadero” o “falso”. No tiene una solución única, ni tampoco infinitas soluciones. Esto me aproxima a otra conjetura, si acaso a la vez una tautología, una adivinanza o sencillamente una especulación lo dicho por Jung: “Lo que percibimos depende del alma, y no la constituye”. Con esto, Jung, quiso hacer referencia al “algo más”; que en otros términos, Breton, lo llamo aquello de “azar objetivo” para hacer visible lo que es previo al sentimiento; la inspiración, las visiones, la intuición…
Así, la mística se empareja con lo super real.

A fin de cuentas, símbolos, adscritos y circunscritos en una galería que abre una vía en la que conjeturas y ciencia; filosofía y sicología, se funden para conformar una realidad simbólica, para constituir algo que podría llamarse antropología poética.
En esta antropología poética, la idea y lo simbólico serían el fuste y el capitel; y la basa, el ser.

Sobre símbolos, Eduardo Cirlot, dijo mucho. Es un símbolo concreto, el Jardín, quizá el más tratado en poesía. Y, tal vez, es el símbolo por excelencia. Sin considerar aquí el aspecto cronológico desde la primera referencia a la Arcadia por Virgilio, me planto en el Jardín Arcadia renacentista de la obra de Iacopo Sannazaro, en la que Arcadia deja atrás la “dimensión histórica y su existencia espacial, transformándola en un icono atemporal” (Mª Cruz Cardete del Olmo). De aquí en adelante toda referencia poética de Arcadia se significa como el lugar ideal, el refugio del ser frente a la agresión exterior. El jardín del Bosque Parrasio, sobre el que constituyeron en Roma, artistas y escritores al amparo de la figura de Cristina de Suecia, la academia con el nombre, Arcadia. Después, Goethe, y Schiller, redondearían la visión idílica proclamando sus nacimientos en Arcadia.

Eduardo Cirlot dice, en su “Diccionario de símbolos”, refiriéndose al Jardín, es: “el ámbito en que la naturaleza aparece sometida, ordenada, seleccionada, cerrada. Por esto constituye un símbolo de la conciencia frente a la selva (inconsciente), como la isla ante el océano.”
Partiendo de aquí, el símbolo del Jardín aparece como un reducto. Una reducción de la naturaleza, y por extensión del cosmos a unas hectáreas físicas, como el caso de la Academia de Roma. De este modo cualquier otro jardín, mínimo o mayúsculo, es símbolo de un microespacio que refleja el macroespacio en una réplica ordenada a la medida de cada cual.

Esta intención de crear un orden en un reducto de acogida, en el que la naturaleza “aparece sometida”, no sé hasta qué punto limita la creación, idea / símbolo. El Jardín es libertad, y lo entiendo mejor como proyección que como reducción. Un paraíso a medida encerrado entre tapias se me hace corto, y en cambio si se percibe como el mundo de lo posible, donde todo puede rebosar, aparece realmente mágico y abierto. Una naturaleza sometida me resulta triste, y por el contrario una naturaleza facilitadora, abierta al cosmos, comporta alegría en dimensiones y no reducción planetaria; muy al gusto del geocentrismo.

El antagonismo simbólico conciencia / inconsciencia quizá determina una anteposición del inconsciente sobre el consciente. La selva existe por sí, o sea la inconsciencia amanece previa a la conciencia y, ya que el Jardín requiere un ejercicio activo de voluntad, resulta un proceso en el que va primero lo inconsciente y después lo consciente. Todo esto dicho sólo en cuanto a la contraposición jardín / selva, sin que esto pretenda contradecir el simbolismo de la selva, bosque, como espacio de los sueños más irreflexivos.

La analogía referente a la “isla ante el océano” parece limitar al Jardín a la soledad y aislamiento, en vez de dotarlo del entusiasmo y la alegría que supone como punto de partida y de origen hacia el sentido de “lo completo”, el ser; el “yo”, en su dimensión real con la mística y lo super real tendiendo un fino hilo fortísimo a la creación poética. También dicho sin excluir del “yo” la melancolía y sus vecinos.

Sea como sea, siempre podemos inventar el Jardín que necesitamos.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La casta del lobo












Al lobo como con el lobo
amante de su casta atento a los mensajes del viento,
preceptor de las nubes en tránsito a disiparse
obliga su instinto a su razón

áspero cumplimiento que ejecuta al cierre cada noche
epílogo de un nuevo prefacio, la vida al círculo
sin resumen, todo épica resolución de muerte que nace
final valiente
en el que un ahorcado es príncipe del divino misterio
que los hombres hacen germen de mandatos
que no cumplen por si acaso.

Hoy mi instinto me dice, vive
emerge cruz de plata frente al pánico y deja la cordura,
baila desnudo la noche en aullido, ama tu casta
y trata al hombre.


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