martes, 7 de abril de 2009

Elias Bok


- ¡Emily, Emily, dónde están las llaves Emily!

La voz de Elias Bok tenía un tinte de angustia y obsesión. Con su limitada movilidad parecía una criatura afligida entre el espacio abarrotado de muebles, cosas, bultos, paquetes, libros, desniveles en un suelo de pizarra negra que reflejaba los rojos momentos de una tarde seca de marzo.

- ¡Maldita mujer sorda, estás sorda Emily, cada vez más sorda. Emily!

Iba y volvía sobre sus pasos, tropezaba, resoplaba sonándose en un enorme pañuelo amarillo que ocasionalmente empleaba para quitar el polvo de las pilas de libros. Maldecía constantemente a Emily, blasfemaba y tosía. Le faltaba aire y se dejo caer sobre una silla mientras tomaba aliento.

- La señora Bok ha salido al jardín.

Ana, la doncella adolescente, sentía ternura por aquel anciano vestido con una docena de prendas superpuestas sin orden. La camisa de franela azul oscuro, sobre el batín de seda estampada, era la cima de los ropajes que hoy vestía en un abultado caos.

- Ana, hija, ve a buscarla y pídele las llaves de la caja.
- No me atrevo señor, está dormida junto a los geranios.
-¡Pues me da igual. Despiértala!
- Sabe que a mi no me dará las llaves, y se enfadará conmigo.
- ¡Maldita sea! Iré yo.

Elias Bok se incorporó de repente con tal mala fortuna que la silla hizo un extraño y cayo con todo su peso sobre la mesita de caoba con el sifón y el vaso de plata que siempre utilizaba.

- ¡Señor, señor, se ha hecho daño; dios mío, se ha hecho daño!

Bok gemía con una pequeña brecha sobre la ceja izquierda que le había producido el pitorro del sifón.

¡Despierta a esa maldita mujer!

Ana salio corriendo hacia el jardín, y en un instante estaba de vuelta en la puerta del salón gimoteando mientras se tapaba la boca con el delantal arrebujado entre los nerviosos dedos.

¡Está muerta, está muerta! - acertó a decir entre llantos de chiquilla asustada - ¡La señora está muerta junto al pozo!

¡Rápido, rápido, las llaves, quítale las llaves! - dijo Bok con una media sonrisa cruzada por un hilillo de sangre.

Toda la ilusión de Elias Bok en los últimos veinte años se había reducido al rato que cada tarde pasaba jugando con el contenido de la caja de caoba. Una arqueta elegante, con una taracea de boj en la boca de la cerradura, en la que guardaba el tesoro de su vida.

Cada tarde, a eso de las cinco, Emily le daba las llaves mezcladas en una anilla de latón, una docena de llaves aparentemente todas iguales pero sólo una abría la caja. Ahí empezaba el juego, iba probando llave a llave seleccionando y apartando las que no abrían entre sus dedos artríticos. Por fin, a veces tardaba varios minutos, acertaba con la exacta; entonces se encerraba en el gabinete disponiéndose a disfrutar con el contenido de la caja.

La abría con mimo y durante algo más de una hora resucitaba en él la ilusión. Jugaba a ser lo que fue, a lo que no fue pero estuvo cerca de ser, a lo que fueron otros que admiró. Jugaba al amor, al vértigo, a ser capitán de barco, buscador de oro, amante audaz, padre e hijo. Anarquista, bandolero, poeta y hombre. Así, hasta que los estridentes golpes en la puerta de cristal y la aguda voz de Emily le atosigaba con un ¡vamos, vamos, ya está bien, cierra la caja; la cena está lista!

Aquella bruja llamaba cena a una sopa huérfana de guisantes y una rebanada de pan tostado.

- Déjame un rato más - suplicaba Bok.
- ¡No! - siempre aquel no hiriente y seco que se le clavaba como un estilete.

- ¡Está muerta, está muerta; no puedo tocar a la señora!
- Maldita muchacha, no seas simple; no la toques si no quieres pero tráeme las llaves de una vez, ya son las seis pasadas.

¡No puedo señor, no puedo! - repetía Ana inconsolable.

Le dolía el tobillo. Intentó ponerse en pie pero el enredo de ropajes y el dolor se lo impidieron volviendo a caer sobre la pizarra. La doncella al verle decidido a salir a por las llaves se recompuso y en un acto de valor decidió ir ella.

- Ya voy, señor - dijo compungida, y una sonrisa de agradecimiento juvenil iluminó el rostro de Elias Bok.

Al poco rato, que le pareció una eternidad, apareció la buena de Ana con noticias sobre las llaves.

- No están las llaves - dijo.
- ¡Cómo que no están las llaves!
- Sólo está la cadena enganchada a su cinturón, con la anilla pero sin las llaves.

- ¡Maldita sea! ¿Has mirado bien?
- Sí, sí señor. La señora está sobre el pretil del pozo, boca abajo con los brazos dentro del pozo y cuelga la cadena de su cinturón sólo con la anilla

Ana comenzó a llorar de nuevo con un hipo espasmódico. Bok hizo lo imposible y ayudado por la joven llegó hasta la boca del pozo. Ahí estaba Emily, desmadejada, vestida como siempre con su hábito marrón ceñido por el cuero ancho del que colgaba la cadena de plata. Inspeccionaron los alrededores del pozo, entre los geranios y la hierba, pero no encontraron nada.

- Muévela un poco - dijo Bok.
- ¡No, no, ni hablar, yo no toco a la señora¡

Bok empujo con suavidad el cuerpo de Emily que cayo al suelo aplastando un grupo de geranios ante el horror de Ana que no paraba de dar gritos contenidos por el delantal.

Sobre el pretil, dónde había estado el pecho de Emily, una llave brillaba a la ya poca luz de la tarde. Bok, entusiasmado, pensó que encontraría las otras; o tal vez aquella fuera la llave, la única que le interesaba. Si no era la llave él sabía que suponía el fin de su ilusión. Ya no podría abrir la caja y jugar con sus recuerdos, no podría dejar que inundaran el gabinete con sus voces y aromas, con sus figuras y sus huellas.

Un hombre de la funeraria advirtió algo en un saliente de la pared del pozo. Era otra llave que, al intentar sacarla con una percha, se descolgó hasta el fondo del pozo perdiéndose en la profundidad del fango.

- ¡Maldita mujer, ha ido tirando una a una cada llave. Ha notado que le llegaba su hora y ha querido torturarme hasta el último momento!

Pasaron los días hasta el invierno y Elias Bok se encerraba cada tarde a las cinco en su gabinete. Ana le llevaba un tazón de frutas, queso y vino, y jugaba a no abrir la caja mientras paseaba entre sus dedos la plateada llave. Ya no le hacía falta, había aprendido a vivir sin recuerdos.


10 comentarios:

  1. Excelente relato, Ángel.

    Leerte me ha encantado.

    Un beso grande
    Ana

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  2. En ocasiones se me queda "corto", por extensión, el formato de poema. En otras la necesidad del relato se presenta ineludible. El argumento se presta a formatos diferentes.

    Gracias por la compañía, Ana.

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  3. Me gusta lo que escribes tenga el formato que tenga, vivimos de sueños e ilusiones, un placer leerte Ángel, como siempre.
    Besos.

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  4. LLego de viaje y me encuentro con el foro de Poesía Pura cerrado, no sé los motivos supongo que serán lo suficientemente graves para provocar este desenlace, y siento que desaparezca fue un punto de partida importante para mi, poder compartir lo que sale del alma es un lujo.
    En fin..tendré que esperar y buscar nuevos puntos.

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  5. Ángel, Iben me pasó esto:
    "El poeta Walter Faila tuvo la amabilidad de abrir el Foro Grupo Huauque (que era el nombre del Grupo Argentino de Poesía Pura) y como escribe en su pagina de abertura es un “Foro para mantener unidos a los amigos de Poesía Pura”. No existe en ese foro un Webmaster, sino solamente un WebWalter. Ya cuenta con más de 30 usuarios, todos provenientes de PP. Pásale el mensaje a los que puedas.

    http://grupohuauque.foroactivo.com/forum.htm"

    Por si te interesa y te apetece, besos.

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  6. M. sí que es una pena que haya desaparecido Poesiapura.

    A la búsqueda de un nuevo ateneo... a ver si se da.

    Miraré el sitio de Walter.

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  7. También hay otro foro creado por Lady Halcón (Dolors) en el que puedes encontrar a gente de Poesía Pura, yo por el momento me voy metiendo en los dos, pero estoy algo perezosa para reempezar,voy mirando y peleándome con las musas.
    Si es una pena, más que nada por ser un punto de encuentro con "almas" afines, seguiremos esperando la primavera y eso..besos.

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  8. Me olvidé poner el enlace, espero que nadie se moleste por la publi jajaja.
    http://ladyhalcon.foroactivo.com/forum.htm

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  9. Este relato es excelente. Lo he leido y releido.
    Para destacar: hay que ver lo que llega a decir Emily sin emitir palabra alguna.

    Un abrazo, Ángel

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  10. Gracias, Adolfo. Tu observación es de lo más interesante, inteligente, y la aprecio. Esa es la magia de la literatura, lo que se dice y lo que se omite. A veces funcionan las dos cosas.
    un abrazo
    Ignatius

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