La luz cayendo al atardecer de otoño impregnaba de misterio las pocas figuras que de vez en cuando cruzaban el pequeño puente. Se detenían un momento. Algunas apoyaban los codos sobre la barandilla dejando flotar la mirada en la suave corriente de púrpuras y verdes. Detrás, un grupo de cedros del Líbano sombreaba la pradera entre los caminos con tierra de albero.
- Prefiero la naturaleza ordenada de los jardines a la simple naturaleza.
- Sí. Madrid no tiene complejos.
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viernes, 26 de junio de 2009
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Me encanta, simplemente me encanta.
ResponderEliminarUn besito!