viernes, 19 de diciembre de 2008

Diario de J. Wilkins









El cuaderno con tapas de hule negro llamó mi atención. Una etiqueta ribeteada de azul mostraba un nombre escrito con tinta roja, “J. Wilkins”, debajo unas fechas “Febrero 1955 - Diciembre 2009”. Doscientas páginas en blanco y sólo unas pocas anotaciones con la misma tinta roja en letra menuda.


Martes, 24 de febrero.
He vuelto a rehacer la clasificación.

Jueves, 25 de febrero.
He estado ausente un tiempo.
Definitivamente queda así.


Sucesos:
Mágicos. Absurdos. Negligentes. Sin sentido. Inexistentes. Vulgares.

Especies:
Cerebro poderoso. Cerebro débil. Espectros. Cínicos.

Estados:
Vivos. Muertos. Ausentes. En descomposición.
En transformación.


Viernes, 1 de diciembre.
Debo rectificar la clasificación de Estados. Provisionalmente queda así:
Ausentes. En transformación.

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9 comentarios:

  1. ¿Por qué no he escrito ninguno de mis libros?

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  2. Doscientas páginas en blanco,sólo unas anotaciones... ¿Por qué no he escrito ninguno
    de mis libros? vuelve a preguntarse J. Wilkins.
    A. Sánchez, sabe la respuesta. Le increpamos
    para que responda. "Preferiría no hacerlo", es su contestación.

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  3. La respuesta está en la agenda de J. Wilkins, desaparecida, de momento...

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  4. Hagamos, pues, como Umberto Eco: busquemos el manuscrito en un bazar... A no ser que queramos convertirnos en Bartleby. Tú, decides.

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  5. Bartelby era pasivo, sumido en la muerte indiferente. J.Wilkins sólo era un escéptico, según comentó su afinador de pianos y en esa misma apreciación concluyó Adolfus Grosvernor, con quién compartía tardes de silencio. Así pues, deberemos esperar a descifrar los criptogramas de Grosvernor. Intuyo que en uno de ellos se encuentra, al menos sugerido, el lugar dónde está; o quizá estuvo, la agenda de J. Wilkins.

    Lamento no poder ser más preciso en este momento, no obstante le tendré al corriente en la medida que el tiempo sea benévolo con nuestras inquietudes.

    El clima en Lavanda es lluvioso en esta época, los caminos resultan poco transitables para acceder sin demasiadas fatigas hasta "La cruz y la mano". En cuanto mejore el clima me entrevistaré con la Sra. Bok; así que, apreciado A., discúlpeme por no poder ofrecerle nuevas noticias a día de hoy.

    Respetuosamente.

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  6. Queda disculpado y perdóneme, el haberle tuteado. Como vós indica sutilmente, creo que será más prudente que nos atrincheremos en la distancia que, sabiamente, marca la formalidad de la tercera persona. Dicho esto, quiero decirle que yo nunca he estado en Lavanda (por tanto ignoro completamente sus avatares climáticos). Afortunadamente, mi lugar de residencia "La Vaca Multicolor" no padece los caprichos del Tiempo.
    Discrepo con usted en considerar la muerte indiferente, más bien hablaría de una vida indiferente. Espero que la distancia geográfica que nos separa y alguna pequeña discordancia que podamos tener, no enturbie nuestro objetivo.

    Atentamente.
    A.

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  7. A la atención de vuesa nerced:

    Dicen los coronistas en sus corónicas que jamás las condiciones adversas pudieron con las voluntades. Así la Broma fue superada en el Caribe y se arribó a la Villarrica de la Veracruz. Por lo tanto, ni unas pocas gotas, ni un poco de fango podrán retrasar vuestra búsqueda.

    Id con Dios, pues.

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  8. Tu silencio, el por qué de tu silencio. No lo entiendo. Quizás te apremié en la búsqueda, quizás te has perdido en esa búsqueda... Te confieso que, buscando respuesta a tu silencio, me he desplazado a Lavanda. Ha sido un viaje difícil, muchos días de trayecto preguntándome cuál sería tu reacción al verme. Había días que Lavanda me parecía una Itaca, paraíso imposible de alcanzar.

    No obstante, finalmente, he llegado a Lavanda. Y, sin embargo, no me atrevo a preguntar a sus habitantes por ti. Contemplo la lluvia, como tu bien dijiste, el clima es lluvioso en Lavanda.

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  9. Apreciado A. me alegra saber que ha podio encontrar el camino hasta Lavanda sin grandes tropiezos.

    Mi silencio sólo obedece al secreto de las voces, que, enfáticas me reclamaron para su suerte interior, y ahí, atrapado, he dormido un tiempo a la escucha de su murmullo.

    Mi viaje a Lavanda continúa pospuesto a la espera de mejores días en los que no me resulte penosa la lluvia.

    He recibido una carta de Ana, la doncella de un primo de la señora Bok. En ella me relata el curioso caso de su primo, Elias Bok.

    Atentamente

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