sábado, 20 de diciembre de 2008

Ocurre la belleza








Vivo el arte muy de cerca por la pasión que me procura la belleza. Sin belleza me resulta incómodo atravesar el tiempo que nos limita en sus pautas condicionadas. Así, entiendo la belleza como una emoción más que como un aspecto que se forma mediante la materia. El proceso de la belleza inmaterial quizá pueda ser el mayor disfrute del que dispone la especie para su recreo y trascendencia simultáneos. Trascender más allá del tránsito ya no supone recreo propio, es cuestión de la generosidad del futuro, y eso no me preocupa.

No obstante, la materia forma aspectos tan bellos en su espontánea resolución de fuerzas y energías, manifestados en los espectáculos naturales, amables o terribles; que su influjo activa la consciencia creadora de modo ineludible hacia el arte en una convocatoria de potentes tensiones.

El arte, limitado a reductos críticos de axiomas indemostrables se convierte en pasión encauzada; o sea, deja de resultar pasión para tomar otras parcelas que se van conformando según la orientación oficial de las sociedades. Sólo cuando el arte nos conmueve ocurre la belleza.


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