
Morado y verde limón
estaba el poniente, madre.
Morado y verde limón
estaba mi corazón.
Juan Ramón Jiménez
¿Cuántas estrofas como esta podemos hacer en un minuto?
Rojo y verde melón
estaba el oriente, padre.
Rojo y verde melón
estaba mi corazón.
Hay alguna diferencia de sustancial calidad sobre la anterior?
Hay alguna diferencia de sentido sobre la anterior?
Genera una nueva emoción sobre la anterior?
…
Es como las croquetas, más o menos gordas pero croquetas a fin de cuentas.
Pienso sobre el soneto y las rimas obligadas. El soneto tuvo su sentido culto que hoy resulta a mi entender anacrónico precisamente por la extensión de lo culto a las personas. La poética no tiene un perfil inamovible, como no lo tiene la estética que se conjugan con la marcha de las sociedades evolucionado en paralelo con las divergencias y convergencias naturales de algo en movimiento. Una exposición parlamentaria con la retórica de Castelar sería primera página en los diarios, y no aportaría nada mejor a su entendimiento que su propio contenido.
Un soneto creo que es la forma más impersonal de hacer poesía, ya que se presta al juego de los rompecabezas; esto es, sustitúyase: “clara albina” por “fresca lubina”; “mandarina” por “mandolina”; “persiana por “palangana” y así sucesivamente hasta conseguir el efecto pasmoso deseado.
Por si acaso doy con estas palabras una equívoca impresión, digo que por debajo de Quevedo nadie; o sea, que tengo claro que sé qué es un soneto en el que se dice lo que se quiere decir. Muy diferente es lo que se dice a contramano de lo que la formula obliga hasta llegar a un resultado con más o menos acierto.
Hoy la poesía no necesita del soneto, no es necesario, y por extensión ninguna pauta que restringa la frescura de la creatividad para abatir, ensalzar, emocionar, o perseguir el pensamiento.
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