miércoles, 7 de enero de 2009

El catálogo del mago







Todo es nube de azares nuevos
a elegir con el dedo del catálogo del mago.

Los hay de mucho aparato, explosivos,
cohetes de colores con aromas de Persia;
los hay venturosos y amables
dispuestos en hileras, etiquetados
por la mano de la bella auxiliar egipcia
con hermosos jeroglíficos muy pulidos.

Hay sirenas de largas piernas con zapatos de tacón,
otras de grandes ojos neutros, fríos de verde hielo
que te alargan folletos de mares blancos de rocío;
anuncian cereales asombrosos sobre campos de adoquín,
otras cantan en silencio armonías sin patrón.

Hay enanos de dos metros que prometen oro y plástico
por un precio muy barato, sumisión e ir vestido.
Son simpáticos, muy vistosos, vestidos de satén.

La clave de un paraíso,
abracadabra, sin serpiente ni pasión
donde la lluvia moja y calienta el sol.
Un conejo con chistera asegura la navegación
por los ríos más azules hacia la luna y más.

Alubias mágicas, vitaminas, sobres de telepatía,
el sudario del profeta, juventud de cinco lustros,
almas nuevas y cápsulas de resurrección.

Frascos de maravillas, prodigiosos cosmos diminutos
con peanas de ébano e instrucciones en papel.
Hay un chino que recita a Homero en latín
y si le escuchas, dice, comprenderás tus pensamientos.

Es difícil decidirse entre los tejuelos de plata
de los libros del saber traídos de Alejandría
que se leen al revés; encíclicas, epopeyas que juran ciertas
por una gota de sangre que firme el colofón.

Al final me he decidido por el lingote de bronce
con la estampa azul y negra del laberinto vacío.


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